Sinopsis

Como policía de Higiene Ciudadana, Max tiene la misión de vigilar que todo el mundo en la estación orbital Niebla tome su dosis diaria de relev, una droga que mantiene la agresividad bajo control. Es el precio a pagar tras la última guerra mundial que asoló la Tierra. Sin emabrgo, la aparición de una sustancia clandestina que neutraliza los efectos del relev amenaza con cambiar la gris existencia de sus habitantes.

Max se verá arrastrado a una peligrosa investigación que pondrá al descubierto oscuros secretos y luchas de poder. Una absorbente trama de intriga y acción situada en un mundo controlado por las drogas, el entretenimiento de masas y las megacorporaciones, y donde no siempre es fácil distinguir la realidad de los recuerdos y los deseos.

Historia

Enric Herce, autor de esta distopía cyberpunk, indiscutible referente actual en la literatura de género en lengua catalana (y el que no lo crea que se lo pregunte a los dos Premi Imperdible que ya ostenta, el segundo por L’estrany miratge (Males Herbes, 2021) y el primero, precisamente, por la historia que hoy nos ha traído aquí), tiene un pulso de infarto. Esta aventura, que nos pone en los zapatos de Max, un agente de Higiene Ciudadana (cuerpo policial ficticio) que se asegura de que cada individuo en la estación espacial Niebla tome su ración diaria de relev. Pero hay dos elementos que hacen indiscutible la identidad de nuestro estimado amigo: su obsesión con su pasado, más antiguo que ningún otro (quien se adentre en estas páginas sabrá lo que quiero decir), y lo cansado que está de la vida.

Estación Niebla no es solo una historia sobre un policía cuya preocupación son los problemas de una sociedad futurista, sino una en la que nuestro protagonista lucha contra sus propios demonios, que no son pocos, que analiza en profundidad cómo la decadencia de la humanidad junto a su arrogante ambición ha procurado un complejo plan cuyos primeros frutos empiezan a cosecharse más de un centenar de años más tarde, una elaborada trama de tratos e intriga que pondrá en entredicho el aparente y forzado equilibrio de la humanidad concebida dentro y fuera de los límites de la atmósfera terrestre.

Personajes

No hay demasiados personajes que intervengan directamente en la historia, al menos no lo suficientes como para destacarlos por sus acciones, si bien sus apariciones, limitadas y esporádicas, aportan una potencia narrativa que funciona excepcionalmente. Yuna, cuya existencia no es más que un detonante para que la historia arranque; el individuo conocido como el Poeta, que es el segundo motor de explosión con el que continúa la historia hacia la mitad del libro (y cuyo cuaderno de anotaciones regala al lector el peso resolutivo de la mitad de la trama con asombrosa fuerza), y Erika, compañera asignada a la fuerza a Max que sirve como motor de propulsión y voz de la razón en algunas ocasiones.

Max, por descontado, es el personaje más original de la historia, no solo porque lo tenemos más tiempo «en pantalla», sino porque sabemos de él en diferentes momentos de su vida, no solo en el presente convulso que se nos cuenta. Él estuvo al principio de todo, sin saberlo, y ahora forma parte de lo que sucede, todo ello mientras lucha contra sus propias miserias, las decisiones, buenas —y muchas de ellas malas— que lo han llevado a donde está.

Estilo narrativo

Escrito sin capítulos, la historia está contada en tercera persona y presente. El autor intercala a lo largo de todo el relato, diferenciando entre unos elementos y otros por medio de saltos de párrafos, diferentes hechos que poco a poco van entretejiendo el entramado de la novela. Por un lado, los hechos principales, ubicados en el presente de la historia, en las que vemos a un Max cansado y melancólico, adicto al visor que le muestra sus recuerdos pasados y su trabajo como policía de Higiene Ciudadana; un Max mucho más joven, alistado en el ejército, combatiendo en la guerra que lo cambió todo años atrás; las entrevistas de Mónica Artal, periodista de cuidado acostumbrada a poner en entredicho las verdades veladas de la gente poderosa; las propias vivencias pasadas de Max; y el relato de uno de los individuos que cambiaron, sin pretenderlo, el curso de la historia. Sin demasiadas florituras pero con un lenguaje cuidado y que se codea con pensamientos existencialistas, Estación Niebla no es solo una aventura cyberpunk, sino un mecanismo para derramar pensamientos sobre el origen, la evolución y el destino de la humanidad.

Edición

Red Key Books ha demostrado ya en ocasiones anteriores (como en El demonio de Próspero, La historia triste de un hombre justo y Una palabra mortal) que, pese a ser una editorial emergente, sabe lo que está haciendo. La edición de esta última novela no decepciona, y nos vuelven a ofrecer una edición cómoda de leer, bien editada y maquetada por Claudia Andrade, con una portada de lo más llamativa (cortesía de Alberto Martínez «Kisama») y que, de nuevo, mantiene las erratas lo más alejadas posible de sus páginas.

La edición que se ha leído para la elaboración de esta reseña está impresa en tapa blanda con solapas, papel ahuesado y cuenta con 182 páginas.

Resumen

Estación Niebla es una novela imperdible para los amantes del género, pero sobre todo, para los que encuentran en la introspección del ser humano un oasis. Es una novela a la que hay que prestar especial atención desde el primer momento, que al principio resulta confuso, y será necesario hacerlo para que todo conjugue al final de forma ejemplar.

Lo mejor

La estructura narrativa resulta de lo más interesante, sin mencionar el trasfondo de Max que, por fantástico, resulta de lo más original, un giro que si bien no influye directamente en la trama, lo hace de forma indirecta y lo convierte en fundamental. Las reflexiones sobre la vida tienen un peso importante, y están bien justificadas.

Lo peor

Ya que Erika forma parte de la trama durante gran parte de la novela, queda la pena de que no tenga un desarrollo un poco más elaborado. También, esa misma construcción narrativa tan interesante puede suponer un ancla para algunos lectores ocasionales o acostumbrados a una narrativa más lineal. Esto último no es en sí malo, pues forma parte de la identidad de la obra, pero en algunas ocasiones puede llegar a resultar algo confuso.

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