Cada pocos meses Japón sirve a sus consumidores del mundo televisivo una horneada de animes de temporada, la gran mayoría de apenas 12 capítulos y de los que no volvemos a saber nada hasta que, dos o tres años más tarde, aparece una segunda temporada. No es raro que algunos se queden por el camino (aquí los índices de audiencia, popularidad y ventas del producto original, la mayoría mangas o novelas ligeras, aunque a veces se ofrezcan productos originales, tienen un gran peso), pero me arriesgo a asegurar, sin temor a equivocarme —y el destino me libre de no tener razón—, que Spy x Family es de esas historias que han llegado para quedarse.

El pasado 9 de abril llega a los televisores japoneses —y al resto del mundo gracias a plataformas como Crunchyroll— la versión animada del manga homónimo de Tatsuya Endo, animado por Wit Studio (primeras temporadas de Attack on Titan) y CloverWorks, una filial de Aniplex encargada, entre otros, de trabajos como Fairy Tail o The Promised Neverland, convirtiéndose de inmediato en un total y absoluto éxito.

Y es que no es de extrañar: la serie tiene uno de los argumentos más originales —y también divertidos— de los últimos años. Todo gira en torno Twilight, un espía de una de las dos naciones ficticias de su propio mundo enfrentadas por todo tipo de intereses políticos, sociales y económicos, y cómo se le asigna la misión más complicada de su brillante historial: formar una familia, ser padre y conseguir que su hijo entre en el colegio más prestigioso de la nación con el objetivo de acercarse al padre de otro de los alumnos, un importante mandatario del país vecino. Para ello adopta una niña, Anya, fruto de un experimento gubernamental, y que es capaz de leer la mente, y acaba casándose con una mujer, Yor, de apariencia mundana, que en las sombras es una conocida y peligrosa asesina. Ni Twilight sabe que Yor es asesina, ni que su hija es telépata; ni Yor sabe que su marido postizo es un espía, y también desconoce los poderes psíquicos de su hija, mientras que Anya, con su capacidad, es plenamente consciente de los talentos ocultos de sus padres adoptivos, aunque lo mantiene en secreto por miedo a que la devuelvan al orfanato del que salió. (Más tarde se unirá cierto amigo cánido, con otra particularidad, pero ya lo verás, jeje).

Contado en clave de comedia, Spy x Family es un soplo de aire fresco dentro del mundillo de los shonen, y es que el mercado empezaba a estar saturado de las historias de peleas frenéticas y de historias del género isekai (que parten de la base de que alguien del mundo real se ve mágicamente teletransportado a un mundo de fantasía). Cuando me enfrenté a los primeros episodios me esperaba una cosa más seria, pero mi sorpresa (positiva, por supuesto) fue mayúscula a medida que la trama avanzaba. Es divertida, humana, sincera en su corazón (aunque se construya en base a los secretos que ocultan los tres integrantes y a las mentiras que edifican para mantenerlos), y lo es porque la contraparte de Anya, leyendo pensamientos uno tras otro, nos hace ponernos en su lugar. Sabemos lo que pasa, pero está bien. Nada resulta forzado, y por su humanidad hay muchas escenas que permanecen en la memoria tiempo después de haber acabado el episodio o de haber terminado el capítulo del manga, porque si podemos decir otra cosa positiva de Spy x Family es la pericia de su autor para crear secuencialidad, con un dibujo sencillo y elegante, de trazos finos y expresiones llenas de personalidad (y que venga a negarme alguien esto habiendo visto las caras que pone Anya, ¡que venga!).

El anime lleva ya 5 episodios emitidos, pero bastó uno y medio para que me llegara al corazón. Así que si eres fan de la serie y no le temes a leer manga, te lo recomiendo con la misma intensidad. En España está licenciado por Ivrea desde 2020, así que si tienes la oportunidad, insisto, dale una catada: te prometo que lo pasarás en grande.