Llego para hablar de La sombra de Pranthas, de Rayco Cruz, con la misma puntualidad que tengo por quedar con alguien que quiera darme el sermón de su vida.

La sombra de Pranthas no es ni de lejos una obra reciente, y en mi defensa diré que no ha sido del todo culpa mía no haber podido hincarle el diente hasta ahora. Conocí a Rayco Cruz a través de una campaña de crowdfunding ubicada en la plataforma Verkami, donde precisamente pretendía hacer una edición conmemorativa de este mismo volumen con motivo de su décimo aniversario. Fue ahí donde la adquirí, y aunque me ha tomado algo de tiempo, al fin he podido deleitarme con sus páginas.

Hablemos de esta novela. La sombra de Pranthas constituye la primera obra extensa del autor grancanario, publicada por primera vez en 2009 de la mano de la ya extinta editorial Mundos Épicos, y supuso, en palabras del propio autor, el inicio de su carrera literaria.

En ella, al igual que en el resto de novelas que ha publicado («La maldición de Hilena», «La Tierra Negra» —de la que tienes otra reseña en el número 3 de nuestra revista—, y «Adalid») están ambientadas en el mismo mundo, Thera, y sigue las aventuras del mal llamado brujo, el hechicero Árgoht Grandël de Meledel.

SINOPSIS.

«Me llamo Árgoht Grandël y vengo de Meledel. No me llaméis brujo. Lo que yo hago no tiene nombre ni merece etiqueta. No acepto vasallaje ni me postro ante hombre o mujer alguna. Hago mi trabajo de forma rápida y limpia. Cuando haya cumplido mi cometido, recogeré mi pago y no me volveréis a ver. Jamás. Una vez haya terminado, no quiero agradecimientos. Con el pago estaremos en paz y no quedará entre nosotros deuda alguna. Este soy yo y estas son mis condiciones».

Como un directo al mentón, la sinopsis nos advierte desde el principio de qué pie cojea nuestro hechicero. El personaje de Árgoht es fuerte, independiente, poderoso, que no anhela poder político, social ni económico más allá del necesario para sobrevivir. Lo único que persigue, al igual que todos los hechiceros de Thera es una sola cosa: encontrar su Destino, el fin último que Rayco Cruz plantea debe ser el objetivo final de cualquiera que nazca bajo la bendición de la Madre, la deidad mística y poderosa.

De lectura ágil, amena y en ocasiones cargadas de las florituras habituales que el género fantástico demanda, Rayco expone en 475 páginas —las que tiene la edición 10.º aniversario— el caso que trae de cabeza al rey Yurt y al reino de Ereth: una sombra oscura ha teñido de negrura el Valle de Pranthas y ha empujado a su población a un éxodo rural. La ciudad que da nombre al reino no es capaz de dar trabajo y sustento a los refugiados, y alguien debe poner fin al misterio que asola Pranthas. Nuestro amigo Árgoht será quien acepte el encargo del rey y quien, armado únicamente con su poder y conocimiento, tratará de resolver qué clase de monstruo azota la región.

Así, la historia que se nos cuenta se entrecruza con la de otros personajes, todos ellos bien construidos, como el caso del propio Árgoht —el más sobresaliente de todos—, Cheen, el joven caballerizo encargado de guiarlo hasta Pranthas, y el atormentado Shernan. Por supuesto hay algunos personajes más de vital trascendencia, pero mencionarlos aquí, si no has leído aún La sombra de Pranthas, no hacía sino aguar una experiencia que, si buscas una lectura ágil, es buena a rabiar.

No podemos olvidar que es una historia de un escritor novato, aunque de esa cualidad no se aplique al autor a estas alturas. Es la primera vez que Rayco Cruz se embarca en una un proyecto de larga extensión, y sin ser una obra maestra, es sin duda un excepcional ejercicio de narrativa fantástica, con una elaborada construcción de mundo —que no hace sino ampliarse más y más con cada nueva novela— y una trama lineal y directa, sin mayor intención que esa: contar una historia en un mundo fantástico sin irse por las ramas. Eso La sombra de Pranthas lo consigue.

También quiero hacer mención especial a las ilustraciones que esta edición contiene. La cubierta es nueva, obra del recurrente ilustrador del autor, José Gabriel Espinosa, y en su interior se hallan bocetos de otros trabajos de Rayco Cruz. También, a lo largo del relato, podemos descubrir dibujos inéditos de Mélani Garzón-Sousa, de las que podemos ver algunas en la propia campaña de financiación de la novela.

No creo que vaya a comentar nada que sea novedad para nadie, pero sí puedo decir que esta obra merece la pena. Leerla es una gozada, y pocos se atreverían a afirmar que es la primera obra del autor sin conocer este detalle de antemano. La sombra de Pranthas es buena, sorprende con sus giros y acabas la última página con un dulce regusto en los labios, pese a que su final, con sus más y sus menos, y de igual manera que sucede con sus personajes, está lleno de grises.