Justo después de la proyección de la primera sesión de cortometrajes a concurso tenía lugar la de In the trap, la nueva película de Alessio Liguori tras Report 51 (2013).

En esta ocasión, el italiano nos traía una extraña propuesta que en palabras de Camillo de Marco es «una aterradora película de horror psicológico que camina en la fina línea entre la fe religiosa y la enfermedad mental», y es que no puede ser más cierto, y especialmente más acertada como sinopsis del filme.

Fotograma de In the trap

Sinopsis: Philip, un solitario corrector de libros, está atrapado en su apartamento, aterrorizado de salir y ser torturado por una fuerza maligna desconocida que le ha mantenido retenido durante los últimos dos años, y que azotó su vida desde su infancia más temprana.

Si tenemos que encasillarla en algún género, ese sería el de terror. Terror psicológico, concretamente. O paranoico quizá le vendría más al dedillo. De cualquier manera la historia nos presenta inicialmente un planteamiento que recuerda al más que manido género de casas encantadas, donde un ente maligno la habita, y una emblemática escena del metraje que acaba recordando inevitable a clásicos de culto como El Exorcista (1973) de William Friedkin. Pero, ¿realmente existió ese ente maligno, ese que atormentó la vida de Philip? Es una cuestión que, pese al poderoso —y en cierto modo predecible— giro final, perdura. Y he ahí una de las virtudes de la película.

Fotograma de In the trap

La atmósfera que un trabajo de este estilo pueda construir es fundamental para el triunfo del género, y hay que admitir que entre la fotografía y el diseño de sonido hay un buen juego que logra mantenerte atento durante todo el metraje: el sonido te advierte de que verás algo entre las sombras, y no siempre es así, pero ahí está la gracia, en que el tormento también podamos ser nosotros mismos, nuestra imaginación.

Sin embargo, un punto que deberíamos tener en cuenta es el estridente sonido puntual, un recurso desgastado para hacerte saltar en la butaca, muchas veces no por el miedo generado, sino por el susto, similar a cuando un amigo te hace un «¡buh!» por la espalda cuando estás distraído: asusta, pero no da temor. Pese a ello es meritorio en ciertos momentos el recurso mezclado con un brutal y repentino acercamiento de cámara, pues acaba siendo culminante para la sensación en sala. Un extra al pavor previo.

Fotograma de In the trap

Quizá los mayores triunfos de In the trap podamos contarlos como un excepcional ejercicio del estilo narrativo, cuya virtud reside en hacernos creer que estamos ante un producto más del que pronto nos damos cuenta de que estamos equivocados. Aporta al género la paranoia, la locura, el trastorno mental, y lo combina con la extrema religiosidad usada en el género como recurso para combatir el mal, en cierto modo autoconsciente de que se está homenajeando al género, de que se está trabajando con él, y que hay que respetarlo para no insultar al público con tonterías que meramente asusten.

Fotograma de In the trap

El miedo surge de lo desconocido y se incuba en la mente, e In the trap destila incertidumbre y rebosa un estilo psicológico bien medido que te dará bastante que pensar incluso horas después de haber abandonado la sala.

En otras palabras: In the trap perdura.