Durante la presentación del segundo largometraje de animación durante el Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera se nos advertía que prestáramos atención a dos detalles fundamentales. En primer lugar, a las secuencias de acción de todo el metraje. En segundo lugar, al asentamiento de las bases que regirían toda la película.

Fotograma de la película

Fuminori Kizaki, director de la película, ya nos había impresionado en 2005 cuando saltó a la fama adaptando, de forma más que notable, Basilisk, la obra de Masaki Segawa. Y es que poco después había despuntado con su obra más sonada, Afro Samurai (2007), una coproducción Japón-Estados Unidos de apenas 5 episodios que removió los cimientos de la animación en el país del sol naciente y que sirvió para hacer también un videojuego del mismo nombre.

Dos años más tarde Fuminori Kizaki se lanzaba al mundo de los largometrajes dirigiendo Afro Samurai: Resurrection, una vez más coproducido por los japoneses y los estadounidenses, destacando la figura de Samuel L. Jackson como productor y voz protagonista (que también dio en la serie animada).

Después de eso, la carrera de Kizaki ha sido algo más errática, contando por producciones un OVA de Super Street Fight IV (2010), la serie X-Men (2011) y la película Bayonetta: Bloody Fate (2013), que pasaron sin pena ni gloria ante público y crítica.

Cinco años más tarde, Kizaki reaparece con este nuevo producto. Human Lost, basado en una de las novelas más vendidas de la historia de Japón, «Indigno de ser humano», de Osamu Dazai, irrumpe este 2019 con una propuesta original y una animación 3D que no acaba de sentarle del todo bien.

Fotograma de la película

SINOPSIS

La historia nos sitúa en el año 2036. Una revolución en el mundo de la medicina ha logrado superar a la muerte colocando pequeñas nanomáquinas en el denominado «Shell System». Sin embargo, solo los más pudientes pueden acceder a esta tecnología. Yozo Oba no está entre ellos. Perturbado por sus extraños sueños, decide entrar a formar parte del grupo de moteros de su mejor amigo justo antes de que estos se adentren en «The Inside», el lugar en el que vive la élite. Una vez dentro, una serie de terribles descubrimientos cambiarán para siempre la vida de Yoz.

Fotograma de la película

Las secuencias de acción son francamente magistrales, dinámicas y cargadas de energía. Lo mismo podríamos del doblaje, siempre sobresaliente dentro de la industria japonesa. Pero nos encontramos de frente con un planteamiento inicial amplio, complejo. Se nota que hay un trabajo esforzado por dar profundidad al relato que Kizaki nos trae. No es fácil dar forma a una sociedad distópica ni asentar las bases necesarias para que la historia que se nos cuenta, basada en estos estándares, tenga sentido. Y esto sería excepcional si la película durara al menos una hora más, pero en los 110 minutos de metraje no queda reflejado ese trabajo.

Así, nos encontramos una película dispuesta a comerse el mercado, con una historia buena —aunque sin aportar demasiado al género— y un trasfondo profundo que, precisamente por falta de tiempo, no llega a explicarse como debería haberse explicado. ¿El resultado? Un profundo batiburrillo de conceptos sin desarrollar que solo confunde al espectador durante y después de la proyección.

Fotograma de la película

Sí, puedes salir de la sala sabiendo (o intuyendo) cuáles eran las motivaciones de los personajes, por qué hacían lo que hacían. Te costará, pero se puede. Pero hay tantísimos conceptos mostrados tratados con tanta banalidad que solo se me ocurre que no hubo tiempo para profundizar en ellos o, peor aún, que estaban simplemente para tratar de añadir ingredientes a algo que podría haber funcionado con menos.

Y es ahí cuando la afirmación de Mies van der Rohe se confirma por enésima vez: «menos es más».