Ayer comenzó el Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera, y la primera película que estrenó la selección de largometrajes a concurso fue nada menos que Color out of space, de Richard Stanley, una película que adapta el clásico relato de terror del “inadaptable” H.P. Lovecraft con asombrosa precisión.
La gigantesca obra de Lovecraft, maestro del horror sobrenatural, es tan fascinante como convulsa, en el sentido de que en muchas ocasiones deja abiertos demasiados espacios que dan pie a libres interpretaciones, que fomentan la confusión y acentúan el desconcierto de aquello que tenemos ante nuestros ojos, un acertado punto que ha hecho del escritor el referente que es hoy día. Pero es precisamente este punto el que ha provocado que sea tan complicado adaptar sus obras a la gran pantalla. ¿Cómo llevar a las cámaras algo que incluso en la obra original ya era tan extraño e inverosímil? Richard Stanley nos trae la respuesta: Color out of space.

Fotograma de la película.


Antes de meternos en el análisis de la cinta, decir que previa a la proyección contamos con la presencia de David Noah, productor de la película (así como de la reciente Mandy, 2018), que nos la introdujo definiéndola como fascinante y como un viaje sensorial del género, así como que adapta de forma muy seria el trabajo de Lovecraft, sin medias tintas, sin bromas (aunque él mismo advirtió que había algún toque cómico, pero que desde luego no sería el principal punto a tener el cuenta).
La historia de Color out of space sigue los acontecimientos sucedidos a la familia Gardner, cuando un extraño meteorito se estrella en su granja de alpacas. De algún modo, en medio de ese flash colorista al que se refieren durante el metraje como “el color” libera un extraño organismo alienígena que contamina la tierra, el agua y por tanto también a quienes la consumen, provocando una locura alucinatoria que acaba convirtiendo la vida de la familia en una absoluta pesadilla.

En ningún momento de la historia me ha quedado claro quién viste el rol de protagonista, y esto es posiblemente uno de los puntos fuertes del largometraje. A excepción de varios personajes completamente secundarios, el foco cae sobre la familia Gardner y sobre un joven hidrólogo (Elliot Knight) que hace un estudio del estado del agua de la región, el padre de familia (Nicolas Cage), la madre (Joely Richardson), el hijo mayor (Brendan Meyer), el menor (Julian Hilliard) y la única hija (Madeleine Arthur). El protagonismo de los personajes va saltando de uno a otro, a quienes les van sucediendo situaciones de lo más variopintas que, además, van aumentando el desconcierto exponencialmente a medida que avanza la cinta. Y es eso mismo, que a cada personaje el extraño organismo los afecte de distinta manera y que vayan “volviéndose locos” de forma diferente lo que también acentúa la magnitud del peligro que los ha invadido.
La brutal atmósfera que han sabido construir es, tal y como previamente había comentado su productor, el gran punto que le otorga esa sensación de viaje sensorial, que ayuda a provocar la sensación de horror sin recurrir (casi en ningún momento) al susto como recurso fácil para hacerte saltar de la butaca.

Fotograma de la película

Otra cosa francamente ejemplar es lo bien medido que está su grado de “desagrabilidad”, sin caer en el gore gratuito, que va de la mano precisamente con esa curva de intensidad que aumenta progresivamente y se desata del todo en un apoteósico final tan desconcertante como ese extraño color que cae del espacio.
La impresión que transmite al final es la de haber visto algo realmente impactante, que por ilógico que parezca resulta creíble, horrorosamente creíble. Sobra decir lo bien que le sienta eso a una adaptación de Lovecraft. Y que perdura: las imágenes tan poderosas que dominan la pantalla se graban a fuego en el espectador y te provocan volver a meditarla, a reflexionarla. No es un mero producto de terror, sino una cinta que perdura en la memoria, y que al igual que con el relato original, deja abiertos varios flancos que invitan a la especulación en varias de sus formas.
Es por esto que Color out of space se posiciona como una firme candidata a Mejor Película en el Festival Isla Calavera de este año.