Atención: Este artículo contiene spoilers porque si no, uno no puede hacer en condiciones esta vivisección a la que va a ser sometida la serie. Si no la has visto, te recomendaría encarecidamente que la vieras para que, probablemente, te enamores de ella y vengas con espuma en la boca a ver «qué demonios va a decir el tipo este». Si la has visto, adelante y disfruta de la sangre. Va a doler.

Arcane está bien. En algunos aspectos roza la excelencia. Y en general incluso se podría hablar de que está muy bien. Pero tampoco nos flipemos tanto, ¿eh?, que seguimos hablando del League of Legends.

Arcane ha sido la gran sorpresa de la animación. Digamos que ha sido una maravillosa serie que, por desgracia, tiene unos contrastes negativos tan considerables que pueden llegar a romper la experiencia del espectador en más de una ocasión. Sobre todo a las personas que, de base, tienen cierto criterio visual, no juegan al juego del que nace este producto y han visto la serie por la serie en sí. Arcane pues, es un buen proyecto con lo peor de la adolescencia. Como un niño amable y buen estudiante con altibajos hormonales en plena pubertad.

Se nos presenta una primera temporada de 9 episodios que rondan los 40 minutos de duración, cada uno con su respectivo cliffhanger final que te deja con ganas de más, mientras Netflix te ceba con el siguiente episodio.

Powder se merecía otra bofetada

La ambientación steampunk de Arcane nos sitúa en unos espacios que oscilan entre la magnificencia de la ciudad de Piltover y la decadencia de los suburbios de Zaun, mostrándonos las dos caras de una misma moneda en un mismo espacio compartido. La dicotomía posmoderna de la gran urbe. Un escenario que veremos mediante los ojos de varios personajes, pero especialmente mediante las hermanas Vi y Powder, a quienes conoceremos desde su niñez hasta su juventud. Por otro lado, otra trama paralela es el desarrollo de la magia y de la ciudad de Piltover mediante el control de la magia y el auge de Jayce como genio que logra acercar esos avances.

Desde el primer momento vemos que hay acción, intriga, mucho politiqueo, easter eggs para los jugadores y algunos personajes que, aunque no tengas conocimiento sobre League of Legends, sabías que tenían en su cara tatuada la palabra «MUERTE».

En este punto de inicio, Powder, como hermana menor y más pequeña del grupo de niños ladrones, se nos presenta como un «quiero y no puedo» de persona. Vemos que tiene sus pequeños traumas, complejos y problemillas mentales, pero que, ante todo, sufre el síndrome de «niño adorable cuando está quieto pero repelente cuando intenta hacer cosas», típico de cine y televisión, que se va agravando hasta sus últimas y finales consecuencias cuando trata de meterse en temas que no le conciernen. Y en este punto, hay que decir que es muy complicado hacer personajes de menor edad metidos en tramas de adultos que tratan de ser más de lo que son.

Llegado a un punto, esto hace que, todo lo que nos ha construido la serie en base a un grupo de personajes, estalle. De manera hasta literal, incluso. Lo que nos lleva al mayor punto dentro de la temporada de inflexión. Y uno de los momentos más gratuitos, anticlimáticos y absurdamente llevados que tiene toda la serie: el abrazo de Powder a Silco.

En un afán de darle un extra innecesario dramatismo al ya de por si dramático episodio, Powder, despojada de toda su vida ya desmoronada, sintiendo la furia y un aparente abandono por parte de su hermana y con el cadáver de Ned ‘Vander’ Stark a su lado, decide darle un abrazo al acechante y malvado Silco, origen del mal que cae sobre el conflicto que conduce hasta ese punto. Una escena tan vertiginosa y poco orgánica que no puedes evitar poner cara de circunstancia y gritar mentalmente «¿¡PERO QUÉ MIERDA HA PASADO AQUÍ!?».

Y así, damos carpetazo de forma poco honorable y nos despedimos de Vander como agua sucia para dar un salto en el tiempo.

La Joker-Quinn debe ir a terapia

La segunda parte de la serie, que es la parte central de la misma, sigue girando sobre Powder, que ahora se hace llamar Jynx, y Vi, unos años indefinidos más tarde, pero siendo personas jóvenes que pueden oscilar desde la adolescencia hasta los veintitantos. No queda claro, pero lo aceptamos por el bien de la serie. Por otro lado, Jayce sigue haciendo sus cosas de Jayce: Magia de Borrás a escondidas y tecnociencia para la ciudad de Piltover. Lo que acaba resultando un ascenso en su estatus social, además de ganarse el favor del público y el de los mandatarios de la ciudad. Él tendrá entre veintitantos o treinta y pocos. Bueno, ¿para qué definir la edad si solo es un número y esa ambigüedad en realidad es beneficiosa para atraer a un mayor número de personas para que puedan acercarse y sentirse identificados con estos personajes principales que son los peores construidos de toda la serie? Pero eso llegará después.

Por lo pronto, nos encontramos ante un conflicto constante lleno de malentendidos y situaciones que rozan la telenovela respecto a las hermanas Jinx y Vi. Después más conflictos y malentendidos telenovelescos entre Jayce y su colega Viktor. Y así pasando por lo que viene siendo todas las tramas de Arcane. Esta tragedia de embrollo y maraña apuntaba a ser planteada como una complejidad digna de Juego de Tronos y, pese al esfuerzo, por momentos quedaba como Los Serrano. Y es que, cuando una trama se puede solucionar con una simple conversación, normalmente es una trama simple, básica y sacada de un guion barato.

Arcane necesita secundarios más principales

Desgraciadamente Arcane tiene una ristra interesantísima de personajes donde a los que se les da un trato secundario son, los que resultan más interesantes, atractivos y mejor construidos. Personajes como Vicktor, Vander, Silco, Caitlyn, Grayson o Medarda (más la madre que la hija), logran relucir y sobresalir sobre los principales ejes de la serie.  Llegados a este punto, no sabría decir si, al tocar menos a esos personajes, eso los hace más fascinantes. Quizás el poder de rellenar los huecos que tiene nuestro cerebro al recibir la información la hace más concisa y exquisita. Porque precisamente el personaje que podríamos decir que sobresale como principal es el peor construido de toda la ficción: hablamos de Jinx.

Jinx está en un punto incómodo y en el que no sabes por dónde va a ir. A lo mejor se podría decir que ese es el punto del personaje de la serie, sí. Pero el problema no viene con el personaje en sí, sino con la construcción y desarrollo del mismo. La han dejado en el punto exacto en el que no puede ser menos interesante. Es un personaje que, lejos de generar amor, odio, atracción o desapego, lo que acaba generando es nimiedad. Está hecho para comerse la pantalla cuando aparece, pero con unas premisas tan excesivamente adolescentes que llega a dar cierta vergüenza ajena. Funcionaba mejor en el juego del que nace, cuando apenas sabías nada de ella más que una serie de videos promocionales de escasos minutos para molar y una serie de diálogos internos descontextualizados. En la serie que nos concierne, o cuentas más de Jinx para que pueda haber una conexión más real, o cuentas mucho menos para que nuestro cerebro trabaje las partes empáticas y rellene esos huecos. Así, Powder ya se nos había presentado como un «quiero y no puedo» constante. Lo que irónicamente sería el tratamiento del personaje en el conjunto de la serie cuando pasase a ser Jinx.

Arcane: Colección de wallpapers

La serie te engancha con un final abrupto en cada capítulo al más puro estilo Lost. Y es bonita de ver, sí. Es muy bonita. Tan bonita que los creadores lo saben. Saben que mola. Y se pierden molando en el acto de molar.

Hay muchísimos planos que se extienden en el tiempo sin ninguna necesidad narrativa. No cuentan absolutamente nada. Pero te embelesan con ellos y se mantienen más tiempo del deseado (y del necesario).

Es entendible recrearse en algún que otro plano, expandir la visión de la ciudad simplemente por el hecho de hacerlo, pero la serie llega a un punto en el que son fondos de pantalla preciosos. Sin más. Adornan una escena que no te cuenta nada y solo es contemplativa en la capa más superficial del término.

A esto se le suma el hecho de que, en diversos alardes visuales, Arcane cae en la reiteración de muchos de esos recursos. Parece que tratan al espectador como si fueran imbéciles con el cerebro seco de tanto jugar al League Of Legends, o algo así. Eso o van de sobrados haciendo alardes de técnica que dejan entrever ciertas capas naif y amateur a la hora de construir y desarrollar una historia y personajes.

Aunque esto sería marca de la casa, si partimos de la base de que League Of Legends tiene un lore bastante confuso. Hay que destacar que esta serie lo aborda y lo abarca de una manera notable para el montón de estiércol revuelto del que parten. Logra dar lo que podría ser un canon más estable y sobre el que atenerse. Lograr hacer un universo visual mejor cohesionado y menos contradictorio, donde poner ciertos cimientos a toda esa amalgama. No vaya a ser que les acabe pasando como a Star Wars pero con menos producto.

A cada serie, su opening; a cada opening, su serie

Para finalizar, y como guinda del pastel, hay que hablar del opening de Arcane. Es cierto que las series que normalmente consumimos no suelen presentar unas introducciones memorables, ni tienen por qué ser obras magnas del audiovisual. Pero aunque no debamos juzgar a un libro por su portada, si vamos a elegir entre una edición cuidadosamente maquetada, con buena tipografía y un diseño atractivo o una edición que te venga de fascículo en un periódico con una presentación genérica, seguramente y puestos a elegir, nos quedaremos con la más atractiva, aunque su contenido sea el mismo.

De entrada, la introducción de la serie es insípida hasta lo absurdo. Y con cada episodio que pasa, te saltes o no la intro con la tortuosa canción Enemy de Imagine Dragons, hecha para la serie, se vuelve cada vez peor. Y no es porque el opening cambie, ni mucho menos, sino porque te das cuenta de que no está a la altura de la serie, de su esencia, ni de lo que se quiere transmitir. Incluso hasta las intros de Breaking Bad o de Lost están mejor enfocadas al producto que presentan.

Claro, cuando la presentación de Arcane son modelos blancos en 3D y poses de acción mientras suena una rotunda, pero descafeinada canción de Imagine Dragons… pues lo mismo la primera vez te da igual. Pero a medida que avanzan los capítulos se siente como ver una buena película pero cuyo cartel era el título de la misma sobre un folio en blanco.

No pido que sea la de Dexter, pero al menos si se juega con esos parámetros de modelos y demás, que sea mínimamente tan acorde a la serie como lo pueden haber hecho Westworld o hasta de forma más simplificada Daredevil.

Y es que la intro, que podría haber sido la guinda para un más que destacable pastel, parece que fue una tarea hecha a última hora, rápido y sin ganas. Un opening más desperdiciado con una serie que, pese a sus altibajos, está demasiado por encima de su introducción.

BOOM!

En conclusión, Arcane impresiona y está bien en líneas generales, siendo un producto sobresaliente a la media, pero no hay que dejarse engatusar tampoco por la magia de la animación y de los cuidadosos diseños que, a nivel estético, poco se le puede reprochar. La cuestión es que todo eso se tiene que sustentar sobre una sólida base en torno a un worldbuilding caótico y una historia mejorable, de la que podrían haber sacado más partido y haber hecho cosas más interesantes incluso. La serie va muy rápido, quizás incluso hasta demasiado. Los 3 primeros capítulos dan para una temporada entera. Y es ese vertiginoso impacto lo que al final se acaba llevando mucho contenido sustancioso y dejando atrás tramas que no parecen tan importantes, pero sí interesantes. Quizás estas cuestiones pudieran ser resueltas en las temporadas siguientes. Al igual que esas pequeñas cosas a pulir, que podrían hacerlas algo mejor, pero hacen que se revuelvan muchas tripas.

Arcane entretiene y quiere ser una serie de diez, pero no puede llegar a esa nota. Y no hay nada peor que quedarte a las puertas de un sobresaliente sabiendo que el producto y la materia lo valen.