Debo admitir que siento una debilidad salvaje por la animación, y no me escondo al decir que la que me suele golpear más duro es la japonesa. Conozco a conciencia la obra de Mamoru Hosoda, fundador de Studio Chizu (junto a Yuichiro Saito), y hay que decirlo: el director de Los niños lobo se mantiene en una excelente forma.

Después de haber dirigido largometrajes memorables (tanto en su época en Madhouse como en su propio estudio) como La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Summer Wars (2009), la anteriormente mencionada Los niños lobo (2012) —siendo esta, desde mi punto de vista, su obra cumbre—, El niño y la bestia (2015) y Mirai, mi hermana pequeña (2018), este año nos encontramos con una auténtica golosina de la animación con su último título, Belle, una obra que, en algunos momentos, trata de ser un retelling de La bella y la bestia, incluso con ciertas reminiscencias a Matrix de las hermanas Wachowski, pero que acaba convirtiéndose en muchísimo más.

La historia gira en torno a Suzu, una joven de 17 años que vive entristecida desde que su madre muriera cuando era pequeña. Atormentada por ese recuerdo, enajenada del mundo que la rodea, en la que se siente completamente fuera de lugar, acaba descubriendo «U», un mundo virtual que potencia las virtudes de sus usuarios a la hora de asignarles un avatar, y que acaba convirtiéndola en Belle, una superestrella digital que pronto se como el mundo. Pero todo da un giro cuando, durante uno de sus conciertos, irrumpe una bestia brutal que está siendo perseguida. Desconcertada a la par que intrigada, Belle —y Suzu en la vida real— se proponen averiguar la verdadera identidad de la persona más peligrosa y odiada de «U».

Imaginen un retelling de un cuento tan clásico como es la Bella y la bestia en un mundo cibernético. Solo pensar en tal amalgama me pongo nervioso, pero el guion de Hosoda consigue que tenga sentido, que fluya, que funcione de tal forma que nos encontremos ante una obra mayúscula. Cuando nos enfrentamos al mundo virtual a muchos nos viene a la mente muchas de las virtudes que ofrece la red, pero también la toxicidad que hay en ella, y es un soplo de aire fresco que Belle nos ofrezca una relativa utopía del mundo digital para contar su historia, aunque no es tan raro que sea haciéndola rivalizar con una realidad que, desde el punto de vista de Suzu, es bastante cruel.

La película no solo gira en torno a la vida cotidiana de una joven muchacha y en la vía de escape que le supone «U» como una estrella de la música, sino que se las arregla para ahondar en temas mucho más maduros: el dolor psicológico y el maltrato infantil son dos gruesos pilares en los que se sustenta gran parte de la cinta. Y es precisamente, además de en su exquisito apartado técnico, donde el filme realmente reluce.

Belle es el trabajo de animación más elaborado de su director, un exquisito alarde de animación tradicional y digital que recuerda al lirismo de Summer Wars, con la belleza de sus paisajes reales conseguido con las mismas pinceladas que los entornos de Los niños lobo y la potencia narrativa del mismísimo Satoshi Kon.

A lo largo del metraje podemos encontrar dos claros mundos bien diferenciados: el real, ya comentado, en el que viven Suzu y sus amigos del instituto, y el digital, el de «U», que goza de una tridimensionalidad más exagerada junto a un colorido cegador, es entre lo que pivota la historia, y es muy difícil no dejarse sobrecoger por el relato que se nos cuenta con formidable pulso.

Otro punto que destaca por encima de muchos otros —me atrevería a decir que casi incluso sobre lo visual en algunos momentos— es su música. Suzu siempre fue amante de la música, aprendió con su madre las bondades de crear belleza con el sonido, y Belle se vuelve viral en «U» cantando. Me cuesta mucho definir la increíble voz de Kaho Nakamura, cuya potencia resulta arrebatadora, siendo capaz de impregnar a su personaje de un sentimiento tan puro como lo es Suzu, como lo es Belle. Habría que quitarse el sombrero ante su trabajo: pocas veces una película, cuyo motor sea la música, deja en el pecho una sensación tan cálida cuando caen los títulos de crédito.

Y Belle, la última obra de Mamoru Hosoda, también lo consigue.

Por último, quiero recordar que la película se estrenó oficialmente en Japón el 16 de julio de este año, pero no llegará a la cartelera de los cines españoles hasta el 22 de febrero del año que viene, según confirmó Comscore Movies Spain, aunque en nuestro país ya hemos podido disfrutarla en Sitges o en el Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera, como ha sido mi caso.