Sinopsis: Dragos Corneli, hidalgo de Tierrafértil, bardo y proscrito, vuelve a atravesar las Puertas de Irene once años después de su huida para desentrañar un misterio. Para ello cuenta con su ingenio, unos pocos amigos y su inseparable arpa de muñeca. Sin embargo, esto no será suficiente para escapar de sus recuerdos y su pasado.
Así es Ísbar: un imperio que se tambalea bajo el férreo control de la Iglesia con un pueblo que vive atemorizado. Un lugar donde la realidad se moldea a golpe de acordes y en el que los bardos y armonistas son temidos y admirados por igual.
En La historia triste de un hombre justo Ángel González Olmedo nos traslada a un mundo fantástico inspirado en la España del siglo XVII con elementos steampunk, en el que impera la ignorancia y la cobardía, pero donde unos pocos aún creen en el honor, la justicia y la lealtad.
Historia: Nos encontramos ante una historia atípica. Es habitual, en el mundo de la fantasía, dar forma a nuestro mundo teniendo en mente la química que conforma la era medieval, en especial la europea. En ese sentido, esta novela no es una excepción. Estamos ante un «siglo de oro» con una fuerte inspiración del español, y se percibe bastante bien por los nombres de muchas localizaciones, pero también en los personajes. Eso sí: todo ello aderezado por ciertas pinceladas steampunk que ubican esa era un pasito más allá en tecnología e historia, lo que supone una mezcla interesantísima.
Por estos lares deambula nuestro magistrado, Dragos Corneli, un paria que regresa a su hogar por gusto de aquellos que un día lo expulsaron. Y su paseo por la ingrata Ísbar será la fuerza motriz que menee toda la historia. ¿Su misión? Dar con el culpable de una terrible atrocidad. ¿Su misión de verdad? Lidiar con sus propios demonios (que no son pocos) y con los de una sociedad execrable que ha perdido todo respeto por sí misma, todo valor y toda moralidad. Así, a medida que avanzamos en el relato, no solo descubriremos las sombras de Dragos Corneli —y la de sus más allegados amigos y enquistados enemigos—, sino una ciudad marcada por la mayor de las inmundicias de la humanidad, por la lacra amarga que azota los corazones de los buenos y que favorece a los más agraciados (los «pisaverdes», como gusta la germanía llamarlos).
La historia es francamente interesante, y no solo en la construcción de su propio relato, sino en la de su propio mundo, en lo profundo de la naturaleza humana desde multitud de puntos de vista: la ética, la moralidad, la venganza, la justicia, la ecuanimidad…, estos factores serán absolutos protagonistas, por debajo de las andanzas de Corneli, Closter o cualquiera de los excelentísimos peones que forman parte de esta elaborada jugada de ajedrez.
Ambientación: Como mencionara antes, el mundo de La historia triste de un hombre justo recuerda, casi con toda inmediatez, al típico escenario medieval, pero con las suficientes pinceladas steampunk como para que, a su vez, evoque a la era victoriana. No me atrevería a decir que es ni una cosa ni la otra, sino ambas al mismo tiempo, algo así como una Edad Media avanzada.
Hay dos cosas que me veo en la obligación de remarcar. En primer lugar, su mundo. Hay una construcción detrás que haría palidecer a las grandes obras del género (las que la gente tiene por grandes, ya me entendéis). A nivel político, social, económico, religioso…, pocas veces he leído algo con tanta profundidad, con tamaño trasfondo. Los personajes, ejemplarmente integrados, funcionan con una sintonía pasmosa. En este sentido, la ciudad-estado de Ísbar proyecta una sombra difícilmente imitable.
En segundo lugar, su sistema mágico. La música será el gran puente que armonizará la novela, la herramienta absoluta que da un increíble golpe de efecto —y un grandioso giro de tuerca— a los engranajes mágicos de cualquier fantasía que se precie. No solo está excelentemente construida (que sí, que tiene su punto de falacia fantasiosa, pero también se basa en un indiscutible fundamento físico real), sino que funciona, tiene sentido —todo el sentido que puede tener un sistema que se acoge a lo real, lo tangible incluso— y presenta las suficientes ideas originales, que no son pocas, para quitarle a uno el aire. Y conmigo lo ha conseguido, y es decir, pues maneja muchos conceptos musicales (en la parte más teórica de los fundamentos reales de la música) que para mí no me son en absoluto desconocidos. Se nota que el autor, si no es músico de profesión, al menos ha hecho un excelente trabajo de investigación. A sus pies.
Personajes: Dragos Corneli es nuestro protagonista, y está arrebatador. Funciona, con sus virtudes y defectos, de forma envidiable. Es un hombre lleno de grises, de ahí sus capacidades e incapacidades, de lo más auténtico, firme y humano, aunque a veces yerre y se vaya por derroteros de los que luego se arrepienta.
Pero no es el único. Closter Tol, infame borracho y genio de la armonización, es de esos personajes secundarios que quedan para el recuerdo, del mismo que lo es Nolvaria de Bruma, una mujer que se niega a doblegarse a las necedades de los hombres aviesos que lo rodean, y que en ocasiones supone esa voz de la razón que escasea tanto. Por supuesto, el bueno de Felindante, también maravilloso en sus obligaciones, es muy bueno (aunque se me ha antojado algo descolgado a lo largo de todo el relato, teniendo la sensación de no ser más que un recadero, algo que me ha dejado un regustillo de amargura, pero nada demasiado remarcable).
Hay, por supuesto, docenas de personajes más que van y vienen, buenos y malos, retorcidos marrajos y benefactores con desdicha, pero como afirma uno de ellos en alguna ocasión, no me gusta roerle los zancajos a nadie, así que pasaré directamente a la auténtica relación interpersonal más gratificante de la novela: la dupla de Dragos Corneli, bardo imperial y profesor de Lintus Corne, joven bastardo del emperador y niño venido a más que anhela convertirse en un excepcional armonizador. Los diálogos entre ambos son increíbles, no por su naturaleza fantástica, sino por la profunda reflexión filosófica que maneja su trasfondo. No voy a especificar detalles ni a ejemplificar nada: dejo a descubrimiento de cada uno la naturaleza de esta dupla. Merecerá la pena llegar virgen a esta experiencia, lo prometo.
Estilo narrativo: La historia triste de un hombre justo es una fantasía cervantesca, tal cual, con lo que ello conlleva. No estamos ante una novela fácil de leer. Un lector ocasional no encontrará en las casi 500 páginas una lectura sencilla, amena ni ágil. Tuve la misma sensación cuando me enfrenté por primera vez a Don Quijote de la Mancha. Hay demasiadas palabras que, en el entorno y en el relato que se nos cuentan, aportan al mundo creado de una realidad absoluta, pero que al oído —y a la vista— del día de hoy han quedado en desuso (pero que por contexto «histórico» en el presente texto no es sino jerga de actualidad). Encontraremos una forma de narrar densa, provista de coloquialismos cuando nos acercamos a los barrios de germanía y salpicada de expresiones que muy difícilmente un lector ocasional habrá tenido oportunidad de encontrar. Pero esto solo hace que la novela sea todavía más interesante, elaborada y una excusa perfecta para disfrutar al tiempo que aprender. Si sientes las ganas de enfrentarte a estas páginas, no te va a quedar más remedio que recurrir al diccionario (como yo mismo hice en varias ocasiones). Y eso, si la historia es buena, que lo es, es algo increíble.
Edición: Red Key Books vuelve a ponerse al frente. La novela, presentada en tapa blanda con solapas, con diseño de portada de Andrés Sáez Martínez «Marlock» y con imagen de Satine Zillah, cumple la función (aunque desde mi punto de vista no me parece demasiado acertada, aunque esto no es más que una opinión subjetiva). Cuenta, en sus primeras páginas, con mapa de la ciudad-estado de Ísbar (con un estilo que semeja más el de un boceto que el de un «dibujo acabado» que le da un aire desenfadado) y dos apéndices en sus páginas finales, el primero dedicado al sistema mágico (cómo funciona, las distintas escalas y sus funciones) y un segundo que corresponde a un glosario (glosario, por cierto, que vi demasiado tarde, por el miedo de abrir las páginas finales y encontrarme con el desenlace de la historia).
En cuanto a la maquetación, la edición y la corrección, solo puedo decir, en especial de esta última que estamos ante un trabajo excepcional. Red Key Books nació hace poco (a finales del pasado 2021), pero ha irrumpido en la escena demostrando que se puede hacer las cosas bien. Ni una sola errata, sin líneas viudas ni similares. Aquí ha habido trabajo, y se nota. Y por ello, esto es felicitable. Me quito el sombrero.
Resumen: La historia triste de un hombre justo, de Ángel González Olmedo, es una novela increíblemente buena, que aúna dos épocas históricas en un mundo fantástico excepcionalmente bien construido, con un protagonista increíble y unos secundarios arrebatadores en sus virtudes y miserias, con un sistema mágico para el recuerdo y la cantidad suficiente de incógnitas como para mantenernos pegados a sus páginas.
Lo mejor: El sistema mágico, la construcción de personajes, las reflexiones sobre la naturaleza humana y su condición en el entorno creado para la historia.
Lo peor: La prosa empleada puede hacérsele cuesta arriba a muchos lectores, pero no es en absoluto mala, simplemente muy densa.
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Ficha: Red Key Books