Los amantes de los videojuegos, en especial los que nos criamos en la década de los noventa, tenemos cierta predilección por el formato físico. Existía cierta magia en ir a una tienda, ver precintado el juego al que le tenías echado el ojo, suplicarle a tus padres que te lo compraran y volver a casa en coche, en la oscuridad de la noche, abriendo el juego y echándole el ojo a un manual de 40 páginas cuando por los cristales del asiento trasero se filtraba la luz amarillenta de una farola al pasar.
Llegar a casa, entonces, se volvía todo un ritual: encendías la lámpara de tu mesa de noche, volvías a sacar el manual y comenzabas a darle vueltas, veías las cosas que escondía el cartucho al que todavía no habías podido echarle mano porque «ya era muy tarde», pero te quedabas leyendo las nuevas funciones, los combos de ataques, los controles. Era genial, y lo sabíamos. Y cuando tus padres se iban a dormir… tocaba asfixiarnos de calor bajo las sábanas, con la GameBoy a pilas corriendo el nuevo juego de Pokémon y una linterna pocha en la boca para iluminar la pantalla.
El formato físico era eso. Era una caja con una portada llena de referencias destacables de la historia que estabas por descubrir, un manual que servía como heraldo de lo que estabas por disfrutar, un cartucho o CD que te daba plena posesión. Nadie te lo podía quitar (salvo si te pillaban bajo las sábanas a las tantas de la madrugada). Era tuyo, toda la experiencia era tuya.
Con el tiempo, las compañías empezaron a dejar morir el manual. Esa pieza imprescindible de toda cajita comenzó a ausentarse y, en su lugar, aparecía algún folleto con los controles más básicos y alguna ilustración. Luego, eso fue sustituido por un panfletito publicitario con otros juegos de la compañía. Más tarde, ni eso, solo un papelito sobre salud y seguridad. Y, últimamente, hasta esa misma información viene impresa en la cara interna de la carátula, viéndose gracias a la transparencia de la propia caja. Esa magia, la del manual, ya lleva años muerta. Y es una pena.
Pero el juego físico se ha mantenido firme, al pie del cañón. Ha conservado su casi plena integridad durante los años. Sony y Nintendo han preservado el formato físico, aunque la deriva hacia lo digital haya sido cada vez mayor. En PC, por ejemplo, el formato digital se ha comido casi el 100% del terreno, pero las consolas sobrevivían. Hasta ahora.

Es inevitable ver que las grandes empresas están dejando morir el formato físico. Y es normal, desde un punto de vista financiero. Existiendo las plataformas de descarga digital, donde hay un ahorro sustancial para las compañías donde evitan pagar a distribuidores, repartidores, tiendas… Son una serie de porcentajes que se ahorran, y la producción del juego físico es una de ellas. Mientras el juego que quieres vale en tienda 70 euros, también vale 70 en la tienda digital. Pero esos 70 euritos van íntegros a la empresa, no así los 70 de la versión que adquieres en tienda.
Hasta este momento, donde los precios en uno u otro sitio han sido, por lo general, los mismos, había quien prefería desplazarse hasta un establecimiento y adquirir el producto en persona, y otros que preferían ahorrarse el paseo y conseguir el juego sin salir de casa. Total, vale lo mismo. Pero, ¿qué pasará ahora, justo después de que Nintendo anunciase que su nuevo Mario Kart costará 79,95€ en formato digital… pero 89,95€ en físico?
Nintendo hasta ahora había sido una empresa que apostaba fuertemente por la preservación del formato físico, pero con el lanzamiento de la Switch 2 ha decidido no solo reventar los precios de mercado —que esto da para otro artículo—, sino poner ellos mismos, los adalides del formato físico, el último clavo en el ataúd. Si físico y digital valen lo mismo, lo prefiero físico. Pero, ¿y si vale 10 euros más? Puedo ahorrarme ese dinero y, encima, sin salir de casa. 2X1.
Esta ha sido la maniobra más peligrosa para los amantes de lo old school en el campo de los videojuegos. Abre una veda peligrosa que puede suponer el fin de una era que nos ha acompañado durante más de cuatro décadas. Porque tener juegos en digital no es una compra que sea imperecedera. La adquisición de un juego digital es, en cierto modo, una licencia de uso. La compañía te permite descargar el juego, pero si lo desinstalas (por recuperar espacio en tu consola para poder jugar a otra cosa) y la tienda online cierra, como le sucedió a la eShop de Nintendo, pierdes todo derecho de volver a descargarlo. No puedes llorar, no puedes reclamar. El juego nunca fue tuyo, solo una licencia temporal. Y la temporalidad murió en el momento en el que la compañía decidió matar los servidores donde se alojaban tus compras. Y tus juegos digitales mueren con ello. Ahora, si quieres jugar al Pokémon que te compraste digital, puedes hacerlo pero solo si tienes su versión física, porque estas sí siguen funcionando. Pero para esto Nintendo también ha ideado un plan maestro: los cartuchos game-key.
Parece mentira que la empresa llamada a ser la salvadora (o al menos la conservadora) del formato físico vaya a ser la encargada de terminar de rematar una práctica tan valorada. Con los cartuchos game-key han conseguido disfrazar cartuchos físicos de descargas digitales, que, con el tiempo, morirán de la misma forma que los juegos de su eShop de 3DS, cuando decidan matar también la plataforma en favor de una nueva para una futura consola.
