SINOPSIS: Cuando Masami y Alan rompen, Masami decide suicidarse en el bosque… y su fantasma se alza para atormentar a su antiguo amor. Ryoko, una guarda forestal, trabaja recuperando los cuerpos de los suicidas de Aokigahara, y tras su despreocupada apariencia, se ocultan tantos secretos como en el mismo bosque. Sus historias serán tocadas por la oscuridad que les aguarda en El bosque de los suicidas… y en sus propias almas.
Karras se ha convertido durante estos últimos años en una de las editoriales más representativas del cómic fantástico español. Cuenta en su catálogo con numerosas obras que abordan variedad de géneros, desde la fantasía tradicional a la ciencia ficción o el terror. Entre sus obras publicadas podemos encontrar variedad de autores, tanto nacionales como europeos, pero entre ellos siempre destaca uno: El Torres.
El Torres es uno de los guionistas españoles con mayor proyección en el género fantástico y de terror. Ganador del premio AACE (Asociación de Autores de Cómic en España) en el año 2018, ha publicado gran número de tebeos como Apocalypse Girl, Galdós y la miseria o Camisa de fuerza. En 2013 lanzó, junto al dibujante Gabriel Walta (La Visión, Sentient), el cómic de terror El Bosque de los Suicidas en la editorial Dibbuks. Tras un tiempo descatalogado, esta obra ha vuelto a publicarse bajo el sello Karras con un gran lavado de cara en el dibujo, con nuevos escaneados y rotulación.
«¡Un momento, por favor! Tu vida es un precioso regalo que te dieron tus padres. No guardes tu ansiedad para ti solo. Por favor, busca ayuda».
El Bosque de los Suicidas nos entrelaza a través de sus cuatro capítulos las historias de sus dos protagonistas: Alan y Ryoko. Por una parte, tendremos la historia de Alan, un joven americano residente en Tokio, y Masami, su pareja con la que mantiene una relación tóxica abocada al fracaso. Por otro lado tendremos a Ryoko, guardabosques de Aokigahara que mantiene una curiosa relación espiritual con el bosque. Pero este lugar tiene un gran secreto, ya que es también conocido por la gran cantidad de suicidios que se cometen entre sus árboles. La trama arrancará con la violenta ruptura entre Alan y Masami, que provocará una oleada de sucesos terroríficos a lo largo de las 104 páginas que componen este relato.
La intriga y la angustia que logran despertar la trama de El Torres y el arte de Walta trascienden a la lectura, dejando un poso de mal cuerpo tras concluir el último capítulo. Su historia y estética nos transporta directamente hasta Japón, donde el bello bosque de Aokigahara, a los pies del monte Fuji, cobra un papel protagonista con la misma importancia que el propio Alan o Ryoko. Gran parte del mérito recae en la perfecta atmósfera que crea Gabriel Walta con su dibujo sucio y sus inteligentísimas composiciones de página. La paleta de colores refuerza enormemente la tensión con unos claustrofóbicos tonos oscuros salpicados rojo que se asemejan a la sangre que correrá a lo largo del relato. Del mismo modo, las páginas donde la acción sucede en Tokio cuentan con una paleta radicalmente diferente, reinando las tonalidades violáceas propias de los neones de la gran ciudad.
El Bosque de los Suicidas me ha recordado a otras obras del cómic de terror como Wytches de Scott Snyder y Jock, y a películas como La bruja por su ambientación, Expediente Warren en su tramo final o La señal por el diseño de personajes. La atmósfera opresiva de Aokigahara alcanza a transmitir el miedo a vernos perdidos entre sus árboles. Además, los intervalos entre capítulos incluyen pequeños haikus de autores japoneses de renombre, reflejando el mimo con el que guionista y dibujante tratan al país nipón. La cultura japonesa está muy bien representada, encontrando detalles y características socioeconómicas de su población, al igual que algunos elementos de su folclore como los espíritus conocidos como yokai.
Pese al terror y al tono crudo de la trama, consigue sacar a relucir muchos otros elementos que pueden llegar a ser eclipsados por la tensión. El Torres crea un relato que se apoya en la culpa que asola a los dos protagonistas, pero en el que también tienen cabida momentos emotivos que suponen un alivio tanto para ellos como para el lector. Aunque es un cómic en el que el suicidio es un concepto evidentemente presente, está tratado de una forma muy madura sin caer en lo banal. Cada personaje tendrá su propia conexión con el bosque de Aokigahara y con la muerte, siendo fácil empatizar con ambas situaciones y conectar con ellos.
El Bosque de los Suicidas ha logrado transmitirme lo que ningún otro ha podido: miedo. Es una lectura que me atrevería a calificar como imprescindible del cómic español, especialmente para los fans del fantástico o el terror. Sin duda necesito leer más obras guionizadas por El Torres y me he quedado con muchas ganas de disfrutar de la secuela, La llamada del Bosque de los Suicidas de Desiree Bressend y Rubén Gil.
Imágenes: páginas de previsualización disponibles en la web de la editorial.